¿Y más o menos
qué se hará
en la noche más pernoctable
de un sábado de gloria?
Se preguntaron mis ojos
cansados de leer historias
también mis manos
dedicadas a la faena del no quiero ser
y de algún modo
les siguieron mis labios
el aparato de la voz que guarda celoso
se resiste esta noche a fenecer
bien puestos los guantes blancos
de una estrella durmiente
timada sin saber qué hacer.
También se lo preguntaron
calle afuera, los ancianos.
Shhh, los niños
esas apacibles criaturas
que son hijos de la neurosis
de un dios sol entristecido
cantan caramelos mientras duermen
sueñan con dólares
para pagarles a sus padres
las deudas por los ínfimos servicios.
Don Árbol Guaripudo
fue el único
que no se cuestionó tanto.
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