Creí viajar a Tumbuctú
cuando miré las ojeras
que cubrían la tercera parte de mi rostro.
Posibles hazañas y menesteres azarosos
volteretas de pirata en barcos a prueba de agua
arribo a un puerto exóticamente artifical.
Japón se queda corto
en la creación de platanares magenta
no hay espacio para islas sosas y medio muertas
Tumbuctú reloaded para paliar las aburridas tareas
viajecito que comparte carretera
con las ruinas de la Atlántida bajo el mar.
Teletransportación sin tenerle a Telmex que pagar.
Esferita que al agitarla el nene dios
se edifican tsunamis y derrumban
generadores de energía solar.
Una nave con microrganismos
denominados padres, abuelos y niños
vecinos, maestros, microbuseros y hotdogueros:
Tumbuctú onírico
y las barcas de Noé hechas tobogán.
Dos tazas de té de tila cargadísimo
es el precio para llegar
a este hermosamente raro lugar.
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