Los flamingos
traían medias rosas de seda
y los caminos sólos
de un campo tras la vereda
eran color ocre
con flores de marfil.
El aire soplaba despacito
cantaba preces al oído
exaltaba los dedos
leía hereje a los corintios
y la blusa afuera de la gris falda
eran el panorama
de lo que estaría por escribir.
Una nube densa y plateada
se posa sobre los ojos
de quien piensa
en los mundos paralelos
pedacitos de realidades dispersas
porque probablemente
quiera un final feliz.
Yo qué sabía de la inercia
yo qué sabía de los atardeceres tristes
y de las noches de blanca soledad.
Yo sólo sabía mis brazos y mis piernas
yo sólo conocía mi escalera trenza
yo sólo hice de mi blusa blanca
la vela con la que me dispuse
desde los trece
del puerto de las convenciones zarpar
para en esta vida estrambótica a mis anchas
como mis caderas
navegar...
martes, 7 de abril de 2009
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