Me ahoga la pena señalar
que el primero del primer mes
me causa fiaca:
demasiados días, demasiadas montañas,
qué quisiera yo descorrer las cortinas
y abrazar un mundo nuevo.
El gordito que no es de la lotería
se asoma por mi televisor
y me la mienta.
Creería en los cuentos de hadas
y en el marketing de las corcholatas de los refrescos.
Si tuviera cinco años,
si no hubiera visto lo que veo.
Y yo todavía quiero creer
que soy capaz de dar amor a este caos que se salió de las manos de no sé quién.
A pesar de todo
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