Turquesa,
me fallan los estribillos
el ritmo y la cadencia.
Ya no tengo la gracia de los quince
(creo que nunca la tuve)
y tampoco el sex-appeal de los veintidós.
Solía tener una bicicleta
que jamás supe andar.
Eso fue a los siete.
También solía tener el cabello largo
y la mente más conectada a los deseos
de una fémina cualquiera.
(Antes de nacerme esposa de las letras
consagrarme a este m
icrouniverso de la introspección).
Afuera no venden entradas
para mujeres que disfrutan
saberse amantes de amor puro y tibio.
Sólo hay marquesinas
para las ocasionales y nada más.
Turquesa,
me fallan los contraltos
y eso que jamás te canté bajo el agua
siempre anfibia,
siempre con ganas de respirar.
Soy vida,
una a la que le fallan los estribillos
(al menos a partir de esta noche
y hacia atrás).
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