Somos felices con el rayo de luz que nos une:
mirando el espacio hueco,
aprendemos a llenarlo de flores cósmicas.
Aprendí a decir sí después de la marea
y una suave caricia kilométrica
me arrulla hasta despertarme
en el centro planetario exclusivo
donde los amantes sin tiempo
se vuelven la fuerza que hace girar al mundo.
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