Como siempre,
a mirar tus faldas,
Zapalinamé.
Te tengo el respeto
de una blanca amarilla
que merodea por el desierto
buscando girasoles
inclinándome a tu merced.
No sé qué pitos toquen
todas las orgías de vientos
pero si hay algo tuyo
y que veo completamente cierto,
es que te ves más eróticamente azul
que siempre
debe ser porque ya poco
y el agua correrá por tu piel.
Vendré y vengo, como siempre,
a mirar tus faldas,
Zapalinamé.
Si hay una reina en este valle erosionado
eres tú, peldañito amado,
rocas que juegan a ser niña
voluptuosidad de mujer en pie.
domingo, 29 de marzo de 2009
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