Me mojo la cara
para saber en qué realidad vivo
y si alguna vez el hastío
desgarró tanto mis ropas
como para no querer volver a caminar.
Hay un sol enorme,
una toronja jugosa que me sonríe sensual
el corazón se abre como las amapolas
en los campos de tierno crepuscular marzo
y cercano y terregoso abril.
Y por más que puedan los vientos
desde Eolia hasta mis versos soplar
jamás borrará los momentos felices
que se recrean cuando los universos divergentes
juegan a estar juntos sin preguntar.
Voy a la parada de la guagua
tomo, igual que siempre
el primer camión con destino
a la ciudad utópica llamada felicidad.
jueves, 26 de marzo de 2009
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