lunes, 23 de marzo de 2009

El manto índigo

Que el manto más dulce e índigo
pecoso e invaluablemente brillante
incalculable a las manos de los joyeros de altura
inasible para el contador
impensable para el matemático
e indispensable para los que alimentamos
al poeta soñador
nos envuelva sin distinción de credos ni faltas
de orgullos, errores ni pecados
que nos bese y abrigue por igual
y nos perpetúe
en la inmensidad de un canto disociado
que lo mismo ofrezca un lunes tierno y templado
que la fuerza de un león.

Y que los niños de todas las edades duerman
con la paz de quien guarda aún
la posibilidad de un siempre esperanzado
en la rotación de la tierra
hacia la felicidad inasible;
que justifique su andar azaroso y travieso
porque se piense inocente
por el simple hecho de ser humano
por el simple hecho de esperar una entrevista furtiva
con Dios.

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