Me encantaría jugar a ser dios
para que cuando
el alud de caras largas
notas tristes, esperanzas fallidas
y letras amargas
amenazaran con caer sobre tí,
las nubes te agarraran
del cuello sin planchar de tu camisa
y hasta los montes y a los charquitos
del desierto en donde fuiste niño
y de mi infancia las montañas
te llevara.
Ahí te estaría esperando yo
con un morralito de piedras y
¡A la carga!
Lanzaríamos piedras en los lagos
pediríamos tres deseos
por cada onda que el objeto hiciera
en el legado de tu padre Neptuno;
Tú pedirías algo sin que yo lo escuchara
yo pediría que mis tres deseos
te los transfieran a tí
para que en vez de tres
tengas seis
para que al sexto renueves tus deseos
y la tarde parezca una interminable historia
de peticiones sin fin.
Me encantaría jugar a ser dios
para volverme lo que esperas ver
cuando el mundo te agobie
por darte su peor cara,
ser las lentejuelas de una falda
una luz pacífica en tu cuarto a la hora de dormir
el arrullo que de bebé te llevaba a tus orígenes cósmicos
una mañana bella en la que no tengas nada
qué esperar
excepto un día de felicidad.
Me encantaría jugar a ser dios
para darte todo esto y más:
yo necesito que sonrías
sin tu luz se me acaba el juego feliz de mi vida
mi bebeleche por las calles en las que no estás
pero igualmente te pertenecen
por ser mías;
Te necesito porque te amo
y te necesito eterno, físico, etéreo,
en paz y feliz.
Y más que necesitarte así
deseo verlo a diario en tus ojos:
si brillas tú,
a mí se me abre el cielo
y me despojo
de todo pasado incierto
y me vuelvo besos en cáliz y corola
en todo su matiz.
Me encantaría jugar a ser dios
pero mejor se lo pido a él:
le sale mejor
y yo puedo seguir siendo
esta enamorada mujer de tu ser entero y de tu voz.
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