Mirarás por el telescopio
y yo
mantendré mi boca bien cerrada:
En unos instantes verás sin anillos
a mi padre Saturno
a mis hermanos pidiendo auxilio
a mis corceles taciturnos relinchar.
No hay anillos en Saturno
porque le gané una apuesta al viejo:
sus anillos por la capacidad de amarte desde lo lejos
sus anillos por mi libertad.
Sabio que es, me jugó una apuesta:
yo no tendría garganta, labios ni lengua
para mi corazón mandarte en una caja
del fedex;
pero por tí vencí las formas protocolarias
me gané unos anillos
y los fundí en esta pluma insensata
que corre mis mieles con el frenesí
del encanto de tus ojitos
que de la hora a la fecha
ya no sabe qué tiempo es y fue.
Y ahora, Amor, que sabes
que no hay anillos en Saturno,
comprenderás que soy mucho más frágil
que mi absurdo
y mucho más sensible que una hoja de papel.
Mi padre podrá tener la sabiduría
que otros no conciben
pero jamás la alegría de amar a alguien
como yo a tí te sé.
No hay anillos en Saturno
y el amor en mí es
como desde siempre tenía que ser.
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