crisálida a fuego lento
mariposa ígnea entre tus muslos.
Una lágrima de azúcar
enamorando tu carne.
Moví mis caderas para hacerte llegar
la palabra amor que en mí navega
y corre como linfa
cada vez que tú nuevos caminos
vas poblando.
La primera vez abrí mis puertas
definitiva, decidida
entregada a tu grito o a tu palabra.
Un momento más
y me habría vuelto tu sombra.
Te di mi sangre para que la bebieras.
Me dijiste hechicera cuando tú eras
el alquimista.
La primera vez te acaricié la espalda
y toqué a tu puerta con humildad
para poder entrar en tu campo rojizo.
Tu vientre de aire fecundo
lo que yo necesitaba para morir mi vida
y renacer a tu lado.
La primera vez comenté a los dioses
que finalmente habías arribado.
Para ti, Ramón, por nuestros dos meses
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