Aún así llegas y tocas la puerta. Tus flores, mi motivo. Salto de gusto (otra vez, y me duele el gimnasio): soy una tonta que al fin acepta que sin la anagnórisis de tu amor seguiría viendo muros detrás del terciopelo. Eres el hombre más bello del mundo y no me explico a santo de qué, pero el caso es que dios me trajo tu amor y eso es como para dejar de escribirle amarguras al mundo y dedicarse mejor a saltar entre las nubes y el asfalto.
Hoy confieso que desde enero inicié la tarea de explorar otras aristas a la frase te amo. Quiero merecer la dicha de que sea así, de intentarlo todo por ti, para ti. Tú, mi fuego alado.
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