La luz de la anagnórisis
sobre la puerta
clavada
tocando la hora quinta
después del mediodía.
La hoz blanquísima de la revelación
escribiendo huellas de rositas y orquídeas
el corazón de un dios terrestre
a la hora esperada por su hembra.
Un revoloteo de colibrí y magma
sucedió entre aquellas sábanas horas.
La duplicación del eco y su fruto
la duplicación de un hombre muerto y renacido.
No hay silencio en la luz
se oyen adentro los cantos favoritos
de quien con su mano escribió un mapa
y en su terraza interior
adorna de gasas de amor la voz de su compañera.
La misma que mira detrás de la ventana de cada cosa
la que tiene la llave del lado B
de lo que el siglo ha dejado soñando.
Por amor lo ha hecho
porque su hombre se ha manifestado.
martes, 25 de febrero de 2014
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