Llega la hora de lo profundo,
su cuerpo habitado de estrellas,
la luna vista desde sus puntas.
He vendido más de mil segundos
he soñado y despertado en treinta barcos.
Lloré musgo y tierra
y las flores de mí se burlaron.
Estuve entre cien mil espadas.
Dos o tres raíces putrefactas.
Deslindé los cuerpos del dolor de mi sándalo,
hablé con el aire ansiado de tus formas.
Lloré muchos años,
una máscara de mí retiré con tus labios.
Llegó a mí la hora de conocer el mundo
su fuerza amorosa, su dulzura en guerra lumínica.
Yo apenas abría mi cuerpo a la vida.
Entregué mi sándalo a las cuatro universales esquinas
y Llegaste.
martes, 15 de julio de 2014
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