es un lugar común con alteros de ropa por doblar
para así las manos entretener
a falta del fuego de las tuyas
o el resplandor con el que hablan tus yemas.
La tarde, hoy,
es un mensaje encriptado en la botella
tapado con uno de tus corchos:
te amo, bello paisaje lunar
te amo, vencedor de sombras y países en guerra
(los míos que ahora ríen
después de la amnistía de mí).
La tarde, hoy,
es la prohibición de las lágrimas
y esperar a que pase el tren.
Y sólamente eso:
tengo un registro completo en la memoria,
ríos inabarcables que te piensan
y se asombran y enamoran
apenas un fruto de tu cuerpo se mueva entre mis ramas.
La tarde, hoy,
me pesa como el resto de las tardes
en que hay demasiado olor a guayaba y té verde
y no puedo alcanzarte tu brazo hasta mí
las manos llenas de flores rojas
para tu nombre entero.
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