Conozco el invierno en primavera,
amor
y son olas de polvo
mareas de silencios torpes
como cuando se era joven y las horas
se dedicaban a las moscas
a los truenos que removían
el futuro vacío de flores.
Le podría abrir de nuevo la puerta,
vida mía.
Decirle que aquí están
mi cuerpo ausente de tu cuerpo
y mis cuerdas rotas porque ya no
cabe ningún grito.
Y sin embargo la fe de tu luz.
Y sobre todo la inmensidad de tu
beso perfecto
aroma de mar cuando no estás frente
a frente
almíbar si me tocas antes de la
aurora
esperanza de sal y frutas cada noche
blanca.
No pienses en el frío,
no rindas nuestro juramento
a las horas magras de la distancia.
No te rindas, mi cielo.
No te arrodilles ante un absurdo,
pues cierto es que es preferible
amar sin tocarse a diario
que coexistir con el odio de los que
se dicen amantes
y no lo son
no, desde que tú y yo
componemos la nota de oro del
universo.
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