y la enorme valentía de tu nariz
para combatir de frente las hojas marchitas del mundo,
y adónde permaneces, sagrado mío
voz que me da de beber y me acuesta
sobre un puñado de rosas.
Me falta la luz de tu beso quinqué para ser mujer
y la ancha espalda para cubrir mi soberbia
mi gloria finita
y llenarme de un amor tan grande
que al principio dolió de tan fuerte que llegaba
y ahora duele porque se queda a mitad de nuestra casa
esperando otra vez tu venida o la mía
en este ancho mundo.
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