se abre en dos
vulgariza la estampa de la primavera.
Sus venas en sepia corren
desnudan la imagen de la muchacha que va al cine
del niño que a los doce será llamado por su nombre de hombre
de una familia que compra helado a las siete
como contestándole al frío no apto para el desierto.
No ahora
no en primavera.
Luego llegan postales de nieve pequeña.
La llaman granizo.
Son tacones de la bailarina celeste
punzadas de dios para recordar el estatus del hombre.
Pero si seguimos siendo divinos
aclararán las gargantas los periodistas;
pero si seguimos siendo historia
dirán los cellos de Vivaldi
cayendo como pista granulada
para reír hoy que somos un barquito
en medio de los diseños de Roja.
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