que gire y te enrede las horas y el cabello,
que se sienta a tu lado sobre todas las rocas del mundo
(edificios y colas en el banco
niños a granel, tapices de formatos
nubes de tinto y oro:
todas son, amado mío, rocas si no estás)
que te cuente sus ansias
su inmunidad a todo, todo
incluso mi muerte.
Que te unja para que enloquezcas
y llores sin razón aparente
y quieras rasgar los árboles y los océanos
arrancarle al sol el color para empaparte
y no seguir siendo la piel que lo guarda.
Que se vaya esta tarde hasta donde estás
mi deseo desbordante de ti
porque mi alma, por él
ya es funámbula en el aire.
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