Amada por ti descanso
sobre tus manos dulces que entibian mi pelo.
Voy diluyendo uno a uno mis mentidos pasos
todo el miedo con el que erigí
a la mujer que se va
para dejar a la que te sonríe y gime
bajo la lluvia de tus besos.
Oh tú, amante dulce
mi piedra divina de guerra amante y sal:
qué alegría es permanecer en tierra y escucharte
como oye la Tierra la canción del ungido
como la brisa de abril que abre sus manos a la vida.
Oh tú, mi fuego sin tiempo
mi maestro en cada pestaña del gran ojo del mundo:
mi dios padre te dé más semillas
pues con tu saliva mi cuerpo tu amor lo está amoldando
suave para tu tacto, firme para tu arrebato de sol volcánico;
mi diosa madre te dé más de su leche
pues con tu ofrenda, dios de las cosas descritas en el viento,
mi espíritu deja de ser niño
y crece para adorarte.
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