Agarré a Apatía en mi seno
y le dibujé una cara, ella sin rostro era bella.
Se llamó sistema
dejé de creer por ella ahora convertido en él
ver el versículo de mi vida donde digo
que puedo creer en todo
pero no he visto nada:
la naturaleza es bonita, pero cansa este holograma
impuesto por un cerebro universal.
Las cosas no son cosas: pre-textos
lugares comunes y sin comunidades insertas
alzo la voz y la gente escucha sus audífonos
exijo lo que doy porque necesito el vuelto
para reconstruirme el pellejo.
Y no hay nada como ver la novela de las diez
con la televisión apagada.
No hay nada como oír las canciones
en la soledad de la una de la mañana.
No hay nada como creer
que la nada me ronda, pero soy sutil fuga
hacia la esperanza que cojea
de tanto sobarla, cogerla, mencionarla, traerla.
Ahora Apatía es mi espejo:
el delineador está chueco, los ojos quedaron mal pintados
y qué.
Cantemos al señor que nos regaló la casa madriguera.
Se llamaba albañil, pero todos le decían "maistro".
Esa costumbre sucia de enjaular y humillar a los que nos aman
de una u otra manera...
(Debería tener punto final. Pero es mi poema
y además yo sé que eso es inverosimilitud).
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