Arriesgo la ropa
la taza de leche no quemada
la hectárea de cielo que no puedo pagar
(soy de la generación
del joven sin tierra,
entienda, poeta mío -ojalá de mí lo fuera-
que mirar al cielo es porque ahí vivo:
los blancos, los sindicatos y los ministros
arrancaron mis raíces
de lo que pudo ser mi hogar).
Me arriesgo a ser pared
punto rojo de tablero colgada en él
puerta cerrada y nariz chata y roja.
Nada vale la pena aquí,
señor planeta vibrante,
si Usted también me piensa niña,
y para colmo, árida como la que más.
Me gusta soñar caminando, es verdad.
Quién no prefiere eso a vivir dormido.
Présteme su nombre transgresor
déjeme de la realidad zarpar.
Porque ya es medianoche.
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