jueves, 10 de septiembre de 2009

Arriesgo la ropa

Arriesgo la ropa
la taza de leche no quemada
la hectárea de cielo que no puedo pagar
(soy de la generación
del joven sin tierra,
entienda, poeta mío -ojalá de mí lo fuera-
que mirar al cielo es porque ahí vivo:
los blancos, los sindicatos y los ministros
arrancaron mis raíces
de lo que pudo ser mi hogar).

Me arriesgo a ser pared
punto rojo de tablero colgada en él
puerta cerrada y nariz chata y roja.

Nada vale la pena aquí,
señor planeta vibrante,
si Usted también me piensa niña,
y para colmo, árida como la que más.

Me gusta soñar caminando, es verdad.
Quién no prefiere eso a vivir dormido.
Présteme su nombre transgresor
déjeme de la realidad zarpar.

Porque ya es medianoche.

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