Agarrar las alas de mariposa
teñirlas en azabache molido
ponerlas a colgar en el buró
hasta que amanezca.
No despertarse sino hasta entrada la tarde
justo cuando ha de llover.
Ponerse en el zaguán
del más estúpido de los doctos
sembrarle el miedo
encender una grabadora para que recuerde
su infructífera, corrompida vida.
Matarlo sin tocarle un pelo.
Cantarle una tarantela como regalo.
Luego, quemar los restos de la ciudad
que erigió. Todo es ciencia, método, comprobación
estulticia en gráficos.
Da flojera escribir la palabra academia.
Hacer de los restos un pasaje de avión
irse a una gran ciudad invisible
ser visible dentro de ella,
callar las voces del qué dirán.
Picarle los ojos al lector estúpido
de cómics y fantasía comercial...
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