A esta hora
es cuando una quisiera tener
haber, ser y estar un mariposario.
Detener las hojas que palpitan sin control
dejar de tener pies, corazón y manos.
Dar de vueltas en un mismo cajón
protegidas por lo superior, el humano.
No pensar lo desgraciado que es
soñarse mariposa y despertar mujer
ni viceversa.
Y es que nadie encuentra tono frágil suficiente
para abstenerse de decir amores
sin caer en la fabricación de una figura literaria
carente de todo piso, y más caliente que un iglú.
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