domingo, 13 de septiembre de 2009

Y no niego que lloro

Leo su vacío
y casi siento que más que mujer deseante
soy su hermana:

no de camarada normanda
izquierdista sin rehabilitación
cristiana católica que nunca fui
-o tal vez sí, a saber por mi dispepsia infantil,
puerta de ébano,
margen de dos centímetros en rojo supresor,
zapatos bien lustrados- la sirena que se esconde
porque prefirió cantante frustrada ser.

Y no niego que lloro. Aunque sea el mismo poema
el mismo verso, casi la misma hora.

Unos dicen que así también se vive al amor.

Yo no tengo necesidad de saber
lo que los otros piensen.

Simplemente le lloro a Usted y lo que es suyo
por haberlo sentido y creado
vivido, parido, elaborado
recordado -lo más profundo es recordar con verdad-
pensado -lo más intenso es pensar la libertad-
punto final del seudopoema

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