Soñé que era importante
y tu vida me abrazaba.
Que llegabas y cantabas una sonrisa
luego platicabas y reacomodabas la casa.
Yo tenía el cabello largo
me sentía fulgor de yin en el estrellato
y tu hombría, tus manos,
esa voz que oí dos veces
y todas las noches le llamo
hacían el resto para iluminar mi día
a pesar de afuera haber lodo y charcos.
Al girar la cabeza
ya era de nuevo septiembre:
la ventana sudaba melancolía
y algo de frustración.
domingo, 27 de septiembre de 2009
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