martes, 15 de septiembre de 2009

Las once y once

Un piano, las once,
altiplano a un tris de temblar
busca el retruécano
de su canto.

La ciudad sabe a gis
igual que como sabía antes
de que Usted con su blues
la ataviara de colores.
La ciudad sabrá a gis
mientras el destino me esconda
la oportunidad de vivir la primavera
que no hay en la ventana
porque todos allá bailan
la danza de la muerte.

Usted es el último regalo de mis días
antes del apocalipsis.
Callada lo amo
que la ciudad no voltee:
podrían apedrearme mi ojo izquierdo
y dejarme ciega para siempre.

Y porque me da miedo
muchísimo, harto, insoportable
el pensar que mis dedos
serían para sus manos piedras
y mi sangre el pozo seco de los deseos
donde me lanzaría sin piedad.

Un piano, las once y once
altiplano a un tris de temblar
busca el retruécano
de su canto.

Quédese aquí,
la inocencia que me resta
lo protege de todo dulce, urbano espanto.

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