Y yo me pregunto
¿habrá que existirle
calles vacías
para poder acercar mis labios
a su sentido huraño
de militante de la libertad
en tiempos de la no razón?
La cosa debería ser más simple:
Usted tiene el cromosoma
que yo no tengo.
Yo poseo el destello
de la media luna
que lo guarece en tiempos de temporal.
Y entre los dos
se fabricarían maguitos amargos
de versos y sueños
luego los despertamos
diciendo que la cursilería
acaba en el tálamo
justo en el medio del grito
de liberación occidental
versión latinoamérica
que jamás hemos de escuchar allá afuera.
Los días pasarán sin pena ni gloria
ante esta conversión
de dos no conversos.
Y dejarán de ser ordinarios al brillar
con el paso de sus dedos
por mis valles
y viceversa.
Tengo ganas de ser hogar.
No precisamente mandil, comidita a mediodía
y niños en la escuela.
El suyo, parada final
de un éxodo de toda una vida.
Tengo ganas de tener un hogar
con su cabello de chimenea
y sus ojos siendo secuoyas
sombra en medio del fuego
lanzado por los jinetes del capítulo final
(mire todo lo que he viajado
para decirle amor
a pesar de saber
que no me lee nunca, inmortal lírico).
La conformidad se aplica única y exclusivamente
con la galaxia que bautizo
de su obra y su nombre y no de agua bendita
esa la dejo
para tentar el terreno mientras me vuelvo
un beso nocturno y de simpleza yin.
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