No tengo preguntas para Dios
excepto
si las guerras acabarán pronto
si los pobres dejarán de serlo
si los poetas no viviremos más el encierro
de vivir en el aire y al margen de los demás
-aunque muy dentro de sus pasiones y de sus complejos
de sus efectos dominó
y de sus egoístas fines-
por qué nació tanto tiempo antes que yo
por qué no tengo otras armas
que lo convenzan de iluminar mi páramo.
Aunque francamente
no me es indispensable saber
la respuesta de las tres primeras.
Esas te las contesta Aristóteles, Lyotard
Kelsen o Kant.
Las otras sí:
humana enamorada a destiempo
otra vez, como siempre,
soy.
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