La lluvia siempre ha de tener tu nombre
después de conocerte.
Qué lástima que yo cante con los sapos del desierto
y la historia divina de Ariadna
se haya ido junto con tus dedos
a mirar por tu rumbo
olvidándote de mi arena
que ya no quiere ser fértil
porque no vives más aquí.
Dime si esto no es amor
o nostalgia. Ambas son una misma
desde ti y hasta mi ombligo hueco de tu saliva.
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