Cobija de asfalto
aquí hay un cúmulo de no-sé-qués
que asfixian a quienes osan el osario caminar.
Pescado frito, la náusea,
la tarde es un pasillo
invitación a desmembrar a Sor Juana;
un par de gotas de agua perfumada
hacen la diferencia
a pesar de la nota significativa
de la derrota de una yin.
Y es que "a la mañana siguiente"
parida ya la tarde,
no significa nada, la repetición de las formas
los rayos, ya se sabe a dónde desembocan:
largas lenguas de cemento con diamantitos-que-se-ven-sólo-de-noche
arriba el puente y la hipertensión arterial.
Dan ansias hablar del caos de otras féminas
no hay paracetamol en los bolsillos del paisaje
huidizo, amoldable a las piernas.
Las canciones solían ser canciones.
Ahora la montaña comenta
que el yang está demasiado absorto
como para creer en la oportunidad
de abrazar entre rosa y roza el cuerpo-tierra, pecho-agua, cintura-luna.
Y no es culpa de los años
más bien algo tendrán que ver los imecas.
No confundir
con la gravedad de la historia-pisotada
-no pisoteada, no todos son vencidos-
de los que habitaron
donde deberíamos existir.
La culpa no existe
donde todo es pena
cuando cunde la ausencia de lo que impulsa
aunque no se sepa bien
si el destino es ser columpiado o columpio nada más.
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