Que los días miserables
vayan y se apelmacen entre las manos
de presidentes y curas
soldados con ansia de sangre
y empresarios locos de poder maldito.
Que sus días se conviertan
en su pan de caño y cianuro
e inunden sus placeres de un aroma
a derrota embravecida
porque no hay más dios.
Y que a nosotros, Amor,
nos juegue el tiempo
como un perro niño lamiendo nuestras caras
o como un hada
que al salir del bosque de Shakespeare
su visión de almendro y verdura luciérnaga
nos regaló.
Que un día miserable más entre nosotros
se proscriba, Amor,
buenos días, Alma Clara,
la luna nos dejó un soneto
y era de amor de mí para ti
que dormiste a mi lado entre las índigas nubes.
Hoy es el día de nuestra vida
y no levanto edificios
ni proclamo leyes nuevas.
Te digo perdón y lavo este lado de la vida.
Te digo te amo y mi mundo funciona.
martes, 3 de junio de 2014
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