en las fotografías,
en lo profundo como casa de leñador
esperando el alba,
tu torso de hombre y de toro
marcando la ruta negra
por donde cabe un gemido
y tal vez el universo.
Pintada sombra de hombre rascacielo
tras de mí me aguarda tu mano suave
tu sabia falange
tu sexo musitando la primera voz
del mundo:
Soy el viento de los pobres y los poderosos
soy la luna negra que con su cuerno
embiste a la princesa de llama triple
y de eucalipto su sangre perfuma.
Una y otra vez mi canto enfurecido
penetra al oído de su ola primigenia.
Soy la lumbre que con su tierra juega
a liberar los tiempos y deidades
hasta verlos caer de resplandeciente ardor
de inusitada ardiente magia.
Soy la fauce que destroza la quietud
y devuelve su esencia en un grito.
Soy la lluvia que riega las cosas de dios
cuando a él le da por convertir a mi mujer
en estrella.
Soy columna y soy quien tira de ella
como la puerta animal que al abrirla
sucumben con ella las reglas menores del tiempo.
Soy el clavo y soy el madero
soy la resurrección en tiempos de armarlo todo,
absolutamente todo,
iniciando por la parte trasera de su cuerpo
frutos inmensos que pueblan de miel
la lejanía.
Soy un esclavo y soy un amo
soy el converso insurrecto que cree
si un grito ella entre mis venas crea.
Soy un señor de maravillas cadenciosas
y también un animal dialogando
con el ángel desollado por mis garras.
Soy el dios y el serafín de oídos inmarcesibles
apaciguando el pecado de mi fiera.
Soy el domador de su único circo,
el dador de alimento para luego matarla
de fiebre de mí,
de mí.
Detrás, sobre la parte nunca vista
en las fotografías,
en lo profundo como casa de leñador
esperando el alba,
soy el torso de hombre y de toro
marcando la ruta negra
por donde cabe un gemido
y tal vez el universo.
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