Háblame, Olivo, de los hilos de Horacio
construyendo esta tela
por donde mis ojos ya no pueden ver
ni mi boca habita su palabra.
Háblame, tierra, del trayecto
de las nubes de Virgilio
y su condensado paso
por el muslo de mi amado.
Que todo es musgo y liquen
si él no da la primavera,
que todo se vuelve palimpsesto
cuando su voz aquí se estalla
inmarcesible canto de ónix y semen
cuchillo de oro que desuella mi sordera.
martes, 3 de junio de 2014
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