En la guardería
Oliver y yo
de tres y dos años,
comíamos sopa de letras;
ninguno de los dos
escribir su nombre sabía;
Pero una hilera de niños
en el pasillo nos corría las pupilas:
él sería el padre,
yo la madre con la espada de He-Mann.
Ahora él es voz de la radio
y yo,
los versos que dejo en este lugar.
No quiero volver a mi primer infancia
sólo doy gracias
de poderla recordar.
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