"¡Detenedlo ahí,
Cronos, Saturno,
Júpiter o Zeus!";
"¡que no escape
de la prisión de mis faldas
que nunca llore visitando
el simétrico de la Vía Láctea;
"que nunca sepa
lo que es perder el motivo primero
la génesis de lo divino
para que jamás se convierta
en la más temida crueldad!".
"Que sus ojos y los míos
jamás revienten en palabras
ni llantos, ni esperas,
ni mujeres ni hombres,
ni niños ni en la arena
del mar que no hemos visto juntos
pero que lo soñamos
porque al anochecer
la playa se sienta al borde de nuestra cama...".
Lo escribí unas once mil veces
una por cada segundo después
de nuestros labios separados
como muertos y esperanzados
once por cada año que esperamos
para hacer un sueño
que creímos algún día sería realidad.
Lo escribí tanto
que volví un fantasma a mi propia mano:
escarbo bajo los escombros
y con cada ladrillo me hago
la bóveda llena de estrellas que nunca te di
sólamente para que puedas dormir feliz
y para que yo algún día
encuentre otra vez la paz.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario