Avanzaron el uno hacia la otra
como dos hijos del protagonista
del libro de la selva;
No hubo manera
de consumar la colisión perfecta:
eran dos encantadores desencantados
de los cuentos de los estratos del asfalto.
Ella miró hacia su pecho:
así, todo rojo,
su corazón no entregó
a una suscripción al facebook.
Debió haber más en otro momento
pero por ahora
sólo quedaba un himno dorado
que guardaba entre sus dedos:
era la voz de esa faz de miel
que se ahora desdibuja
conforme pasan los hechos.
martes, 9 de junio de 2009
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