Creo firmemente
en las calles de Saltillo:
llenas de palomas, de su caca
de sus historias
de su asilo
del perdido brillo
de lo desconocido
Aquí también se para el tiempo
para andar como caballo percherón
galopando a contraviento
y luego
fugarse entre los dedos
para nunca más volver.
Creo en las calles de Saltillo:
cuando tengo ganas de un beso
simplemente piso su color amarillento
su cantera suplantada
las pisadas de mis abuelos
las veces que me dejé llevar por otros ecos...
Y hasta el más desgraciado en mi historia
tiene un lugar especial
en esta estrella de mi querer.
jueves, 11 de junio de 2009
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