Hay días que se hicieron
para reclamarle a Dios
por qué no nos ha tomado una fotografía
con nosotros de niños
cargando en hombros a nuestra sonrisa,
ahora etérea.
Y hay días hermosos
largos, duraderos,
que se hacen para entender
las razones de ese niño-obrero
que juega a ser clasemediero
pero le sale mejor
ser artista sideral:
No tenemos fotos con él
ni por él,
ni de niños sonriendo,
porque aún espera
que mantengamos cierto vaho en el vidrio
un oasis en nuestro ánimo desierto
que nos haga casi como un niño
y saquemos nuestra sonrisa a pasear.
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