viernes, 19 de junio de 2009

Eckdalli

Aquí hay espesura negra
y sin embargo,
Eckdalli, la flor más bella,
llegaste una vez más
como la espuma que delata
la fusión de la playa con el mar.

Veniste toda blanca,
toda luna, toda estrella de plata,
Eckdalli, Astarté del alma;

para viajar entre las congojas
de tus anónimos héroes
para enseñarle a la abeja
en la soda de naranja libar.

Y llegaste como dormida
entre el perfume de los violáceos amaneceres
que son tu pluma
y tus ropas,
crisálida etérea que te convierte en Amarylis de ultramar.

Llegaste así, ligera y sonriente
entre el asfalto y las alcantarillas displicentes:
con tu espada envainada
entre tus flores
guerrera de amor que aniquila con sus manos
todo pesar.

Fuiste la esperanza
de los bienaventurados
que se sienten malnacidos,
eres la madre patria
que ningún terrestre cambia
porque calladamente acepta
que tú eres la reina de toda vida
incluso de los mismos muertos
y los desaparecidos:

tú engendras todo ensueño
tú haces posible que existan ecos
de semillas y aves y lagos espejos;

Y eres como siempre,
una diosa a perpetuidad y del inicio
la rosa que no abre plena
si no hay una sinfonía pequeña
que le rinda tributo a tu majestuosidad
(por eso hay pájaros sopranos
y mariposas contratenores
por eso los colibríes cantan en tercera
y los árboles son los tenores).

Por eso hay valles morados
que enmarcan tu cadencia al bailar.

No sé por qué nos amas tanto:

no estamos en condiciones
de albergarte
y sin embargo siempre llegas
a pesar de nuestras miserias
como regalándonos la promesa
de un nuevo sol.

A nosotros, los humanos
que ya no vemos tus nubes
hechas elefantes voladores
ni giramos rehiletes de colores.

A nosotros, tus hijos pródigos,
tus amantes empobrecidos,
tus amigos aún esperanzados y algo dormidos
a los que te amamos,
Reina de lo primigenio,
Nube preciosa,
Cielo azul sereno;

A los que te esperaremos otro año
de este caótico milenio
si tus alas nos guardan,
si tu voluntad es entre tus faldas mecernos
una vez más.

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