Estábamos cansados
de vivir situaciones
a nuestra piel de dioses ajenas
de comer frutos de un páramo
de pisar las hojas muertas.
Cuando de repente
vino aquel rayo inmenso
ese truno fuerte de nuestro beso
ese pacto mental y del alma
de nunca más desfallecer.
Desde entonces
sigo soñando que soy la Luna
y tú eres Viento;
y a pesar de que en el mundo
las malas nuevas no han muerto
yo al menos puedo decir
que tengo un motivo
para bailar y cantar
para escribir a ojo cerrado
y palma cansada
una razón para en este mundo
a las flores del alba jamás desmerecer.
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