Corro detrás
de la última pluma de Quetzal
que girando sobre una talavera de flores
rojas, amarillas, violetas y marrones
dejó.
Me subo a un auto
que es sueño y que es carro
recapitulo futuras cicatrices
muevo versos en dirección
al espacio;
Te veo pasar por ahí.
Con rueditas invisibles en tus pies
te deslizas sobre las banquetas
eres niño, eres hombre, eres profeta
eres mis treinta y ocho grados centígrados
en la azotea.
Y yo no tengo recuerdos de nada
porque eres una visión
a mis catorce años de niña mimada
tendré qué esperar otros once
para llamarte amor y por tu nombre
al fin sensata de corazones
al fin pura y libre
al fin reina de mi propio nombre y mi piel.
Yo en tu lugar
me diste una sorpresa
creaste un sueño aparte
doblaste los miedos
y los echaste ventana afuera
una noche con luna menguante y serena
Daría lo que fuera
para explicártelo un poco más.
A veces me parece
que abarco varios mundos
en todos estuviste de algún modo
en todos te levanté mis brazos
y hasta puedo jurarte
que me regalas una extraña paz.
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