Cierro los ojos
y está aún fresco
el dulce encanto de tu tacto
y la mirada inquieta
de un hombre
tan insondable
y paradójicamente entendible
como tú.
Las obras de arte
se imprimen en el alma
imagino que tu madre
era un artista
para que la mía
guarde tu efigie como el primer día
en que te hiciste materia
en la tierra mía
o aquella otra
en que reconocí tu voz.
Cierro los ojos
estoy cansada de ver
este mundo a cuadraplejia
cantada en sol menor;
Vienes y sin tocarme las espaldas
arrancas una parte de mí
cuando mi mirada
tiene este velo de carne
que pinto de azul y de negro azabache
y te metes en el otro lado
de lo que veo
y entiendo
por qué es verdad
que en cada mujer y en cada hombre
existe una parte de Dios.
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