viernes, 8 de mayo de 2009

Vieja Central

Entré a la vieja central camionera
y esperaba verte
como la última vez
o como la vez primera
en que las azucenas
abrieron en Guadalajara
y las charamuscas en forma de alhajas
en Zacatecas
con mis dientes se portaron mal.

Olía igual que siempre
hasta parecía que vi
las mismas caras
los mismos senos morenos y cansados
de las mujeres que se la parten
para partir de nuevo a su rancho
los mismos sombreros ajados
del señor con arruguitas de más en las manos
y otro tanto en los riñones de mezcal.

Metí mis manos en mi bolsa
me dieron ganas de comprar boleto
para cualquier ciudad
que haga cualquier cosa
menos que como otras ocho ciudades
llamarse igual.

Luego
recordé que aquí tengo raíces
secas, sin agua
pero mías, muy de mis pies
y muy de mis berrinches
parrandera solitaria
escombros de playa con mar.

Nada ha cambiado
el señor de siempre lustra los zapatos
con la chinola seca y el trapo a medio ensuciar
la señora de los boletos cada vez
más gorda
los sillones se hunden
si tus asentaderas acomodas
la tele se oye feo y se mira mal.

Huele a viajes y a viajeros sin pena ni gloria
huele a soledad en muchas ruedas
que cuentan una misma historia:
casi todos los pies de la ciudad en ella han estado
todos partimos de este ombligo elástico
y todos regresamos
por la tercera ley de Newton
al mismo triste lugar.

Uno que se ama por
-como dice el maestro a quien amo tanto-
no dejarla de soñar.

Quizás sean ideas mías
te odio y te olvido
y luego, cuando voy a ese lugar
me acuerdo que exististe
y de alguna manera
me dan ganas de llorar.

A tí qué cuernos te importa
lo que sienta cuando visite
esos desgastados lugares...

El caso es que hoy
tuve ganas de verte comprando agua purificada
al fondo de la central.

No hay comentarios: