Rosario de penas
ruega por nosotros
los que tenemos cuatro manos
y cuatro ojos
y un sólo corazón.
Para ver si tú,
virgen etérea,
haces posible
lo que la esperanza desespera
o si es preciso lanzarle al viento
un beso que emerja
y se eternice
en el oleaje de la senectud.
Rosario de penas,
míranos los ojos
somos un poema inacabado
la elegía del no volver
y yo,
que me siento entre dimensiones
para ver si pasa
una flor de asfalto
sus zapatos relumbrando;
un algo
que no comprenda nadie
y solo nuestra fe.
Y dile que aquí le espera
el mismo amor
que le dijera
alguna tarde
por algún cercano y burgués café.
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