Y ocurrió que irradiaba luz
y hacía reír hasta a los muros.
Entonces agarré mi cajón de fe
y lo puse bajo su sol
para que germinara
la quimera de la vida feliz
aunque sea solo entendida por mí.
Milagro tras milagro
es extraño mirar
en estos tiempos.
Yo lo he atestiguado:
hay frutos dulces y mágicos
paridos en este desierto;
y hay motivos
para brincar de contento
y para soltar los cielos negros
también.
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