Noté que a mis cuadernos
sus hojas se les acababan
agarré un trozo de cielo
escribí una corta carta:
Me encanta que estés escondido
entre mis costillas
en mi boca y en mis faldas
en la sonrisa de un chiquillo
en los chismes de la vecina
y en sus historias que nunca se acaban;
Amo, pues, que me tengas aquí
como vencida y presa
pero realmente ave liberada
al final, creo,
amigo Dios,
amante y hermano mío,
enemigo de mis horas amargas,
consuelo de mis flores del desierto,
pinturas de mi abuelo,
sigilo de madre cansada...
Que Cosmos es mi nombre
que soy estrella y polvo
mujer y espada
un trocito de luna plateada
y un pase a la nada...
Pero tan repleta de mí y contigo...
Que parafraseando a Sabines
no puedo sino espetarle
que me robó el verbo,
porque realmente a mí también
me encantas.
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