Me pregunté si los aviones
tenían barajas en los asientos
así podría leer la suerte
del que camina sobre el cielo
o una casita de diamantes rojos
construirle para ahí anidar.
O de perdido dejarle un beso
con labial rojo emputecido
para que se acuerde que existo
que el cielo es mi templo
porque lloro para arriba
porque no me gusta penar.
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