Pero cuando me toca este silencio
se triplica en mi cuerpo
la soledad tan amplia del páramo
y un rostro más de mujer
habita la piel de guerrera.
Las doce y me peino.
Veo en el espejo
la espuma que has dejado
como una ola en el mar
acidulado con tu cauce.
No sé repartirme no soy reloj
ni mandarina.
Así vengo por ti cada noche.
Así te hablo y te hago cosquillas mentales
a mediodía.
Repartiría mi corazón
con tal de verte unificado.
Volvería azúcar el yodo
de los médicos de la esperanza.
Le daría mi propia música
al silencio libre
de nuestras ánimas.
Nunca me mientas.
jueves, 16 de enero de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario